La
derecha mediática calificará de fracaso la huelga y las manifestaciones de
ayer. No podía ser de otra manera, más que nada, porque desde hace días ya
tenían preparados artículos y editoriales. Lo del payaso de Hermann Tertsch no
es más que una prueba esperpéntica de una práctica ya habitual en cierto tipo
de “periodistas”.
También
nos llegará la opinión de esos “demócratas de toda la vida” que, aunque no
vean, o no quieran ver, la coacción que ejerce la patronal ante cientos de
miles de trabajadores con contrato en precario, magnifican incidentes aislados
de algún piquete y convierte lo anecdótico en la nota general, para así, tratar
de deslegitimar el éxito de la huelga.
Para
completar, intervendrá el gobierno, que pese a estar hundiendo al país con una
política neoliberal despiadada, nos dirá que somos unos irresponsables por
participar en la huelga general. Pero, por descontado, a ningún ministro se le
pasará por la cabeza que el desencadenante de esta huelga ha sido su
prepotencia y nula capacidad de negociación.
En
esto debates no vale la pena entrar, hay posturas que se deslegitiman por sí
solas. Mucho más interesante es que nos paremos a reflexionar, no ya en el
éxito de la huelga, sino en como se ha organizado para lograr este éxito.
La
huelga general del 14 N se ha organizado con una configuración distinta de la
habitual. No han sido sindicatos en solitario, con el apoyo, más o menos
espontáneo de alguna organización política, los que han puesto en marcha el 14
N. Organizaciones sociales (movimientos vecinales, organizaciones de
consumidores, colectivos con diversas reivindicaciones, asociaciones
profesionales…), habitualmente desconectadas de la acción de los sindicatos,
han sumado sus fuerzas para poder paralizar al país y conseguir una presencia
multitudinaria en las manifestaciones.
La
nueva unión de fuerzas aún es embrionaria, pero abre una vía de esperanza muy
importante. La situación en que nos encontramos es tan grave que no se puede
revertir sólo con la acción política o sindical, es necesario añadir también la
presión de organizaciones sociales. Sólo así, aglutinando fuerzas, podremos
agrupar a un sector de la ciudadanía lo suficientemente amplio como para
cambiar el rumbo al que se dirige nuestra sociedad. Aunque muy a pequeña escala,
ya tenemos ejemplos que nos indican que este es el camino correcto (basta
pensar en los logros del movimiento Stop Desahucio o en lo sucedido en el
Hospital de la Princesa).
El rumbo a tomar está claro y, aunque nos
queda un largo recorrido, por lo menos, ya hemos encontrado el camino.